No es raro encontrarnos con amigos y
familiares que con frecuencia confunden la definición de pecado y sus
diferencias con el delito.
En estos días en los que muchos consideran
dedicarlos a la reflexión y otros a la rumba, no está de más hacer un
corto análisis de lo que moralmente consideramos indebido
pecaminoso, lujurioso, condenable, y que en la práctica legal no lo es tanto.
Mucha gente se
mofa de ser un ejemplo de rectitud y de tener una moral ejemplar, pero si
observamos y analizamos las críticas que normalmente
hacen, podríamos concluir con facilidad que
el único problema de las cosas o actos que para
ellos están mal, es ser diferente. La gente teme a lo diferente, a lo
nuevo, no se permiten observar un panorama diferente al
que cómodamente se acostumbraron a vivir, y lo defienden como si
fuera la perfección, la verdad revelada. No son capaces de romper
paradigmas, porque es más fácil, juzgar y criticar, que crear; es más fácil ser
parte de la mayoría aplastante que se niega al cambio, a ver las cosas desde
otra perspectiva, a ser parte de la minoría criticada y apabullada, por tener
esas ideas "pecaminosas".
Desde pequeños nos
enseñan que si pecamos, Dios nos va a castigar y vamos a ir al infierno, pero
al ir creciendo nos damos cuenta que el mensaje de Jesús era más bien de perdón
y reconciliación, mejor dicho, se aprende que si pecamos y nos arrepentimos con
eso tenemos para obtener el perdón divino y tener de nuevo las llaves de las
puertas del cielo. Y por eso es que nos convertimos en una sociedad hipócrita,
que con facilidad juzga, habla mal del prójimo a sus espaldas, roba, asesina y
todo con la firme certeza de que al final cuando llegue el momento se arrepentirá
de corazón y con eso pagara su deuda.
El problema es
cuando la sociedad, empezando por la familia, nos enseña de forma equivocada lo
que es pecaminoso y lo que no, cuando piensan que su punto de vista
es único e irrebatible, y todo lo que refutemos es una ofensa para la
familia y para Dios. El problema es cuando convierten conductas moralmente equivocadas en conductas legalmente castigables. Es cuando empezamos a
escuchar a nuestros políticos proponer cosas como que la infidelidad sea
castigada con cárcel, o que el chisme se considere un delito, es cuando se
escuchan absurdos como que la homosexualidad es un pecado y como tal, esos
pecadores no tienen los mismos derechos de los heterosexuales, supuestamente
ejemplo de la sociedad. Y hablando de eso, hago un paréntesis aquí, para
comentarles la tristeza que me da, la absoluta desilusión que siento cuando las
Iglesias Cristianas y Católicas, no hacen más que promover un mensaje de
homofobia y odio, escucho diariamente comentarios acerca de la homosexualidad
como si fuera esta un pecado, como si fuera una enfermedad. Me da tristeza saber
que existen personas que no saludan de mano a un homosexual, que lo miran como
un bicho raro o un enfermo, lo comparan con un adicto a las drogas y a los alucinógenos,
con un delincuente, es que si estuviera en sus manos, los convertirían en un
delito, como antaño, cuando la iglesia quemaba brujas y perseguía a quien se atrevía
a decir que la tierra no era plana.
Es por eso
importante, que usted que me lee, reciba mi propuesta de ver el mundo desde
otra perspectiva, desde otro ángulo, desde los zapatos del otro, se atreva a
romper paradigmas, que no sea parte del rebaño obediente que solo sigue a las demás
ovejas sin alzar la cabeza, mi invitación es a reflexionar sobre lo que es para
usted como individuo el pecado y la diferencia que existe entre este y un
delito. Tan solo pretendo que por un momento se dé cuenta de que los demás
tienen derecho a ser diferentes a usted, que los demás sea cual sea su ideología,
religión, sexo, raza y gustos también merecen respeto. Respeto que
nos están recibiendo si al final terminamos marginándolos por
considerar que su conducta es catalogada como pecado por nuestra iglesia, no
siendo considerada como delito por nuestra ley, aun así, reciben el desprecio y
el rechazo de una sociedad que quisiera verlos tras las rejas, precisamente
porque no saben diferenciar estos dos conceptos: Pecado y Delito.
Entonces usted
decide, es más fácil seguir juzgando desde la barrera, es mejor que untarnos de
la pecaminosa conducta de los pecadores, o escoger el camino más difícil, abrir
la mente, romper con nuestros paradigmas, aprender a escuchar las otras
versiones, usted escoge, yo solo quise inclinar la balanza hacia uno de los
lados, pero como siempre sus decisión es respetable, porque es suya, y nadie
tiene porque juzgarlo. Feliz reflexión.
Jonnathan Valencia
Gaspar
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